Siguiendo con la
entrada anterior, con el trasfondo solía acompañar algo que lo reforzara,
normalmente un relato como este:
Una escuadra de soldados de la Corporación Obrera Xared
abría la marcha indicando al teniente Vegarta el camino hacia el palacio de la
Eclesiarquía. La calle entera estaba en ruinas. Vegarta miró su indicador de
muñeca que le reveló que el aire exterior era completamente irrespirable. De
pronto un misil disparado por una ventana impactó de lleno en la oruga del TBT
Chimera mientras que varios rebeldes disparaban sus láseres por las ventanas
matando a varios corporativos. Los Occidhanos se pusieron a cubierto para
responder al fuego enemigo. La torreta del Chimera abrió varios agujeros en la
demacrada fachada pero el rebelde con lanzamisiles ya había cambiado de
posición. Vegarta, apoyado en la puerta del TBT, vio que ni él ni los suyos
podrían salir de sus posiciones. Cogió la radio y pidió fuego de artillería. El
caos acababa de estallar, el aire estaba cargado de impactos láser que iban y
venían. Otro misil cayó a medio metro de la oruga del Chimera. Vegarta colgó la
radio y dio las ultimas ordenes a sus sargentos. Puso un cargador nuevo a su
pistola bolter y rezó al Emperador para que le diera una señal. Y llegó. Un
fuerte silbido precedió a una potente
explosión a varios metros por delante del Chimera. Una inmensa nube cubrió toda
la calle y cada una de las escuadras de Occidhanos entró en cada uno de los
edificios colindantes. Vegarta con su escuadra de mando y la 1ª escuadra
entraron en una tienda con acceso a las escaleras del edificio. Subieron a la
primer piso, la 1ª siguió subiendo. El humo se disipó y los rebeldes se
pusieron a dispara a los pobre corporativos parapetados en el TBT, pero las
Falanges ya no estaban allí, estaban detrás abriendo fuego y sembrado la
confusión entre los rebeldes. Después de la pequeña masacre se hizo el
silencio, los rebeldes se replegaron y se prepararon para el combate dentro de
los malogrados edificios llenos de agujeros y muebles destartalados.
A Vegarta le recordó a sus años de joven pandillero, cuando combatía
contra las bandas rivales en angostos túneles llenos de mugre y peligros. Dejó
a un lado los entrañables recuerdos, podía oír los disparos procedentes del
piso superior y ver las ráfagas que cruzaban las ventanas del edificio de
enfrente, la 3ª escuadra estaba haciendo su trabajo. De pronto vio como un
lanzamisiles caía de la planta de arriba junto con un cadáver acribillado, los
corporativos empezaron a gritar de jubilo. Se apoyó al lado de un agujero
practicado en la pared, se asomó disparando contra los rebeldes, sus disparos
atravesaron una barricada hecha con muebles matando a un rebelde. Entonces,
Malias, un hombretón de su escuadra de mando se asomó con su lanzallamas, el
cuartucho se convirtió en un infierno. Habitación por habitación, la pequeña
escuadra de mando fue limpiando el edificio. Agazapado en otra pared, de pronto
un montón de casquillos de bolter pesado le cayeron encima por un agujero en el
techo: parecía que el arma pesada de la 1ª había encontrado un buen lugar donde
disparar. No llegó a asomarse por el vano de la puerta para descargar una
ráfaga de pistola cuando la pared explotó en pedazos. El humo no dejaba ver
nada. Actuó instintivamente cuando del nuevo agujero en la pared surgieron unos
cuantos rebeldes, disparó una ráfaga mortal antes de cargar, luego bloqueó una
bayoneta con su espada de energía y propinó un tiro a bocajarro al dueño de la
bayoneta. El radio de su escuadra cayó con el pecho reventado. Kuzar, el viejo
veterano, repartía muerte con su demacrada escopeta de combate, que según decía
había cogido del cadáver de un Explorador Marine Espacial. El agujero dejó de
vomitar rebeldes cuando los chicos de la 1ª, aprovechando los agujeros del
techo, crearon una cortina de fuego. La lucha acabó cuando Vegarta partió en
dos al ultimo rebelde como si fuese mantequilla. Su escuadra estaba ahora
formada por tres hombres, el pobre Malias yacía muerto entre cuerpos de
rebeldes. El resto fue sencillo, quedaban pocos rebeldes que huyeron como
ratas. La emboscada había salido mala los rebeldes y ahora tenían vía libre
para llegar a la Plaza del Emperador.
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