7 de marzo de 2012

Mi ejército del Caos (4ª parte)

Pero después de que ultimo bretoniano hubiese caído, Émile seguía repartiendo muerte entre los bárbaros y guerreros hasta que uno de los hechiceros de cubierto de moscas y subido a un palanquín gritó en una lengua extraña y todos los barbaron hicieron un círculo a su alrededor. De entre la masa apareció un gigantesco e hinchado guerrero portando un hacha oxidada y una mohosa armadura que rezumaba apestoso líquidos. El gigante cargó contra Émile, y este luchó tan bien como pudo esquivando los potentes golpes, mientras lo propinaba mazazos que el gigante no parecía notar. El guerrero era como los malvados señores del norte que sus antepasados mataban en las historias familiares que le contaba su padre cuando era niño. Renovado hizo como que perdía el equilibrio y cuando el guerrero fue a darle el golpe de gracia, Émile le esquivó y le hundió la maza en el cráneo. Los bárbaros se arrodillaron y el hechicero bajó de su palanquín para llevárselo a su campamento. El tiempo que duró el saqueo y las celebraciones fue tratado como a un barón bretoniano y no le faltó de nada. Émile partió con los bárbaros de regreso a la costa norte de Norca. Durante el viaje su mente bullía: esos salvajes que tanto temía le trataban como sus compatriotas nunca lo hubiesen hecho. ¿Qué significaba esto? ¿La Dama le estaba poniendo a prueba? ¿O tal vez sus antepasados estaban equivocados? Dentro de cada una de las preguntas aparecían cientos más, así que cuando llegaron al norte, Emile decidió proseguir su viaje a los desiertos del Caos, para vivir como un caballero andante, la respuesta bretoniana a situaciones como la suya.

Viajó y viajó, y se encontró con todo tipo de seres. Luchó contra engendros, retó a duelo a paladines del caos, cargó contra partidas de bárbaros. Y todos ellos encontraron su muerte bajo su maza. Émile luchaba recordando las hazañas de los héroes que había oído cuando era niño. En los desiertos el agua era escasa y la poca que había eran pantanos cenagosos, aun así era agua y Émile siempre paraba para rezarle a la Dama en busca de su ayuda. Poco a poco dejó de necesitar comer y beber y luego el descansar, al igual que su viejo rocín que día a día estaba más flaco.

Pero un día, cerca de un monolito a Nurgle, se topó con un bárbaro seguidor de ese dios con le empezó a adorar. De repente, en los restos de una armadura de un paladín de Slannesh vio su reflejo y en lo que se había convertido. Habló con el bárbaro y tuvieron una larga conversación, entonces Émile descubrió que quien atendía sus suplicas no era la Dama sino Nurgle. Se dio cuenta que sus padre nunca le aceptaría y ahora que era parte de los poderes ruinosos, menos aun. Llegó a la conclusión de que el Caos no era malo, que solo su gente, ese país de paletos estúpidos, tenía miedo y ridiculizaba este gran poder que ahora albergaba.

Ya tenía su recompensa, se consideraba a sí mismo un caballero del Grial, porque sabía que tenía el poder de su dios. Hizo el camino de regreso a Norsca, recogiendo a aquellos guerreros del Padre Nurgle que él consideraba como buenos luchadores y creó una mesnada. En Norca, encontró las ruinas de un castillo abandonado milenios atrás y del que no identificó su estilo y obligó a los pueblos de barbaros de los alrededores a reconstruirlo. Creó su propio castillo como el que había morado en Bretonia. Fundó su propia baronía en los alrededores del castillo. Y cuando estuvo preparado decidió volver a su tierra natal a visitar a sus padres.

Entre todas las fuerzas que componían su "mesnada" estaban sus caballeros y guerreros que siempre le acompañaban. Todos los guerreros bárbaros de la tribu de la Muerte Roja y su líder, el poderos hechicero Drek'nash El rojo. A pocas semanas de partir apareció un grupo de guerreros errantes Los Guerreros Negros de Aeslings. Llevaban años acosando a los enanos que se encontraban en las montañas de este y habian llegado has allí movidos por la fuerza del Caos.

Al llegar a la costa buscaron una tribu con Drakars que los llevaran a Bretonia y se toparon con los barbaros de Zhulocson "el bucanero". Una de las muchas partidas de guerra que salían a saquear las costar del sur y acababan de mercenarios en Tilea. Zhulocson y sus hombres habían llegado a la costa hacía un año y quería volver a hacerse a la mar. Así que prestaron sus barcos para cruzar el mar a cambio de poder saquear todo el oro y piezas de valor que pudieran. Algo que despreciaba Émile, pero le servirían de ayuda.

Tras una difícil travesía Émile Leberán, conocido por sus hombres como Émile Corpurri, pisó la costa de su Bretonia natal. Era momento de hacer una visita a su familia y reclamar lo que era suyo.


Fin



1 comentario:

  1. Muy agradable el desenlace, Nurgle es un buen dios jajaja, la verdad es que muchos han caido a la tentacion asi, lo que demuestra que es grupo de debiles de mente jajaja.
    Me recuerda a los que se chutan anabolizantes porque la tienen pequeña XD.

    Pobre padre...xD.

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