Como ya dije en entradas anteriores, el trasfondo es muy importante para mí. Por esa razón suelo construir un relato o un documento que explique el porqué de ese ejército. Como el Señor del Caos es la pieza central de mi ejercito del Caos, es el protagonista de este relato que muestra su historia y la historia de la hueste de seres caóticos que le acompañan. Como el retalo es largo lo he dividido en dos partes.
El barón Jean-Pierre Leberán, señor del feudo de Diepee, en la costa norte de Couronne, estaba orgulloso de su apellido, pues sus antepasados habían repelido las invasiones bárbaras de forma heroica un centenar de veces. La Dama del Lago le bendijo con una niña que en temprana edad podía comunicarse con la Señora. Luego le bendijo con un niño robusto y sano al que llamó Jean. Pero las bendiciones se acabaron, su tercer hijo, al que llamó Émile, resultó ser un niño enclenque y enfermizo. Mientras Jean se entrenaba en el patio de armas del castillo, Émile pasaba el tiempo en su lecho curando sus enfermedades. El barón se sentía orgulloso de Jean, por que se convertiría en un gran guerrero, como él mismo, pero se preguntaba como había tenido un hijo como Émile, que era una deshonra para el apellido Leberán. Su único futuro honroso sería acabar como sirviente personal del Duque de Couronne, o un puesto similar.
Pasó el tiempo, los norses atacaron la costa y el Duque organizó una cruzada contra las costas Norsas. Émile quiso demostrar a su padre que podría estar a la altura de su hermano así que se unió a la cruzada como caballero novel, junto con Jean, en busca de su oportunidad para ser caballero. El barón regaló a Jean una armadura hecha a la medida, el mejor de sus caballos de guerra y una espada mandada forjar por el mejor herrero de Couronne, por el contrario a su hijo Émile le regaló una armadura vieja y una maza oxidada que se encontraban en la armería de castillo y un viejo y flaco jamelgo que había sido de suyo antes de heredar el feudo. El viaje fue terrible para Émile, los vaivenes de la embarcación hicieron que estuviese todo el tiempo vomitando. Al llegar a la costa formó parte de los caballeros noveles que desembarcaron, tomando una pequeña aldea costera. Su primera experiencia en combate fue dura y el primer contacto con la muerte le resultó terrible.
La aldea se convirtió en una colonia bretoniana y en la cabeza de puente para iniciar la cruzada. Mientras los campesinos y bárbaros esclavizados construían eficaces defensas, Émile contrajo otra enfermedad que le dejó en cama mientras su hermano y los demás caballeros se preparaban para continuar la cruzada hacia el norte. Sabía que en esas condiciones no podría ir con ellos y su padre seguiría burlándose de él si se llegara a enterar.
La cruzada partió de la colonia sin él, pero a la mañana siguiente lleno de ira consiguió a duras penas levantarse de la cama en busca de un lago para rezar a la dama como su madre le había enseñado desde niño. A las afueras de la colonia solo encontró un pantano de agua estancada, pero la desesperación alimentada por el odio a su padre y a su hermano hicieron que se arrodillara y rezara en busca de ayuda como nunca lo había hecho. Según iba avanzando el día sus fuerzas se iban reponiendo. Aunque su cuerpo seguía teniendo ese mal aspecto, día tras día iba mejorando hasta estar más fuerte y ser más rápido que antes. Pero el resto de caballeros que habían quedado de guarnición le rehuían o se reían de su aspecto enfermizo y demacrado. Cansado y enfadado, insultó a uno de los caballeros que lo retó a duelo. De forma espectacular a Émile le pesaba menos la maza y la armadura y los movimientos del caballero le resultaron lentos y torpes, así que ganó el duelo desarmando al caballero y dejándole con alguna costilla rota.
Después de dos semanas de la partida de la cruzada, ésta volvió derrotada y casi destruida, después de cosechar varias victorias, un gran ejercito bárbaro los derrotó y los persiguió hasta dejar a la partida en un pequeño número de caballeros. Entre los caballeros caídos estaba Jean, del que sólo habían podido recoger su espada. El ejercito bárbaro estaba fuera y se preparaba para el sitio del pueblo, pero antes de que terminaran los preparativos los bretonianos hicieron un devastadora salida. Entre ellos estaba Émile que empaló a varios enemigos antes de rompérsele la lanza y aun así siguió dando mazazos a diestro y siniestro pensando el lo orgulloso que debería sentirse su padre si le viera.
Después de que el ejercito bárbaro se disolviera, Émile volvió a casa con la espada de su hermano para dar la mala noticia a su padre y para enseñarle que se había convertido en un verdadero caballero. Pero las cosas no fueron como esperaba, su padre lloró muerte de Jean y deseaba que el que hubiese muerto fuese Émile. En casa solo encontró vació y desprecio. Émile, resentido partió en la siguiente expedición a la colonia que había montado el Duque.
Varios meses más tarde volvieron unos pocos barcos llenos de heridos y muertos. Una inmensa horda bárbara procedente de todos los puntos de la península de Norsca había llegado a las puertas de la colonia, en cuestión de una semana de sitio consiguieron hacer un ataque tan contundente que lograron entrar en el pueblo. Émile y unos pocos caballeros se quedaron mientras era evacuada la colonia. A esos heroicos caballeros se les daba por muertos.
Continuará...